El inglés Howard Webb es un hombre normal. Relajado, a sus 44 años, sonríe y contesta sin tapujos. Tanto, que cuesta creer que se trate del mismo que arbitró la final de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010™ entre España y Países Bajos. Nada más ni nada menos. “Ese partido cambió mi vida por completo”, reconoce a FIFA.com quien, junto a sus asistentes, volverá a estar presente en Brasil 2014.
Padre de tres hijos adolescentes -“aunque no lo demuestren mucho, creo que están orgullosos de mi trabajo”- Webb pasó por Zúrich para un nuevo seminario de cara a la gran cita de junio y dialogó de todo con FIFA.com. Sus inicios en la profesión, los recuerdos de aquella fría noche en Johannesburgo y la disyuntiva que se presentará a todos sus colegas en la competencia: su equipo arbitral o su selección, ¿quién quiere que llegue más lejos?
Señor Webb, ¿cómo nació su pasión por el arbitraje? La mayoría de los niños sueña con ser futbolistas, pero no hay muchos que se ilusionen con dirigir…
¡Yo también soñaba con ser jugador! Si hablas con todos los árbitros presentes aquí, todos te dirán que el fútbol es su pasión. Por eso hacemos este trabajo. Los chicos sueñan con ser futbolistas, es cierto, y nosotros no somos diferentes a ellos. Intenté llegar, trabajé mucho, pero sencillamente no tenía el talento necesario para lograrlo.
¿En qué posición?
Era marcador central, grandote. Tenía buena lectura del juego, pero nunca tuve un gran juego aéreo… no era lo suficientemente bueno supongo. En lo personal solía creer que los réferis eran hombres viejos y calvos, por lo que no me convencía hacerlo cuando me lo propuso mi padre (ndr: árbitro semiprofesional). Pensé ‘no, no… no es para mí’. Ahora que lo pienso, ¡quizás así es como me ven los chicos ahora! (ríe) Pero me alentó, yo tenía 17 años, y tomé la decisión de intentarlo junto a un amigo de la escuela. Esa decisión me terminó por llevar a la final de la Copa Mundial de 2010. Quizás en una forma distinta a la que había imaginado, pero me permitió estar allí. Viajé por 44 países, 5 continentes, ¡increíble! Ha valido la pena.
O sea que lo recomienda…
Claro, cualquiera que tenga pasión por el juego, debe considerarlo como una oportunidad. No todos cuentan con el talento natural para llegar a lo más alto, pero si cuentan con la actitud y el esfuerzo necesario, si aman el juego, pueden encontrar una manera alternativa de llegar.
¿Cómo era el Howard Webb jugador en referencia a los árbitros?
Solía concentrarme en lo mío. A veces me pregunto cómo hacen los futbolistas para opinar sobre mi actuación cuando tienen que estar tan concentrados en su juego. Siempre tuve mucho respeto por los árbitros. ¿Pero sabes qué? Aun ahora, la relación actual entre los jugadores y nosotros es muy buena. Ellos confían en los árbitros más experimentados porque los conocen, los han tenido varias veces, y entienden que a veces cometemos errores. Eso también es parte del juego.
Si tuviera que remarcar una cosa positiva y otra negativa del trabajo de árbitro. ¿Cuáles serían?
Lo mejor es que contamos con la mejor ubicación para disfrutar el show, el deporte que amamos. No lo decimos muy a menudo, pero es así: la gente paga una entrada para asistir a un partido, yo no pago… ¡voy! Trabajo duro para lograrlo, claro, pero tengo el mejor lugar para verlo. La peor parte es convivir con los errores, algo inevitable. Es difícil, ¿sabes? Lo último que quisiera es que la gente piense que nosotros dirigimos el partido, volamos a casa y pensamos ‘ya está, listo’. Cada vez que cometemos un error es doloroso: tiene impacto en la suerte de un equipo, un jugador, un entrenador y hasta en nuestra reputación.
El árbitro no tiene afición, sale en los periódicos sólo si ha cometido un error… ¿se necesita una personalidad especial para el puesto?
Es cierto. El otro día leí un reporte de un partido que dirigí. Al final ponían mi nombre y un calificativo. Sólo dos palabras: anónimamente competente. Y pensé, ‘es perfecto’. Es lo que todos queremos ser como árbitros: competentes de forma anónima. El juego no siempre va de forma en que podamos mantenernos anónimos. A veces tienes que elevar el perfil. Pero es una satisfacción enorme salir del estadio sabiendo que no hubo complicaciones. Vas a casa sintiéndote en la cima del mundo. Incluso si nadie habla de ti, sabes que has contribuido.
Hablemos de la final entre España y Países Bajos en Sudáfrica. ¿Cuál es el recuerdo más fuerte de aquella noche en Johannesburgo?
El caminar rumbo al campo de juego, tomar la Jabulani dorada y pasar junto al Trofeo de la Copa del Mundo. La he visto muchas veces en mi vida: en televisión, réplicas… pero estar ante la verdadera. ¡Es el pedazo de metal más brillante que haya visto en mi vida! Una estatua de oro con el mundo en la cima, esa base verde. Es increíble.
Dan ganas de levantarla…
¡Sí! (ríe) Era mi sueño, ¡hacerlo como capitán algún día! Es un gran honor haber estado ahí. Hablo de eso y mis pelos… no los de la cabeza, que no tengo; pero los de la nuca, se me ponen de punta. Fue fantástico. Aquella final me cambió la vida en todo sentido.
¿Cuántas veces la ha vuelto a ver?
¿Quieres saber cuántas? Una. Sólo una. Y esperé cuatro semanas para hacerlo. Me senté con un amigo en casa y lo vimos completo. Quería mantenerlo en la memoria por lo que fue en ese momento, por eso no lo vi más. Fue un partido difícil, creo que resultó mejor de lo que sentí en ese momento. Estaba muy concentrado en mi trabajo aquella noche. Ahora lo llevo en mi mente y en mi corazón.
Debe tener muchas historias de aquella noche. ¿Alguna que pueda compartir a la distancia?
Hay varias, claro… (piensa) Recuerdo estar saliendo de la cancha y buscar a mi padre, que estaba en la tribuna. Él me inició en este camino, y tenía una bandera de Inglaterra. Decía “Can´t play but can ref” (“No pudiste como jugador, puedes como árbitro”), ¡fue genial! (ríe con ganas).
Tras ver el partido en vídeo, ¿hubiese cambiado alguna de sus decisiones?
Quizás una o dos, puede ser. Pero en el momento uno tiene que pitar en base a la información que tiene y el ángulo en el que se encuentra. Fue un partido duro, difícil. Uno aprende de esas situaciones. Hubiese preferido que no estuviéramos tan involucrados en el juego. Siempre queremos que la gente comente sobre lo magnífico que fue el partido, los goles… pero aquel fue un choque muy intenso, apretado. Es así, uno tiene que lidiar con lo que le toca, hacer lo que cree que es mejor y con las mejores intenciones. Y eso hicimos.
Si Inglaterra avanza en el torneo, sus opciones de dirigir las instancias decisivas se verán mermadas. ¿Cómo maneja esas sensaciones durante el torneo?
Somos apasionados por el fútbol y lógicamente queremos que a nuestra selección le vaya bien. Sabemos que si eso sucede, si Inglaterra gana la Copa del Mundo, habrá un enorme impacto positivo para nuestro fútbol. La mejor manera de sobrellevarlo es no pensar mucho en ello, ya que no podemos controlarlo. Es todo ganancia: si a Inglaterra le va bien lo celebraré. Si no le va bien, será entonces una buena oportunidad para nosotros. Iremos a Brasil esperando que a nuestro equipo le vaya tan bien como sea posible, realmente. Si llegan lejos y nos toca ir a casa… mientras hayamos hecho un buen trabajo, estaremos satisfechos.



Fuente: FIFA.com