Miguel llega a Xàtiva una hora antes del partido. Esta tarde, tendrá que impartir justicia en solitario, puesto que en estas categorías, todavía no se dispone de árbitros asistentes.
Tras entrar en las instalaciones deportivas, Miguel recoge la llave de su vestuario, que será su hogar antes, durante y después del partido. Allí podrá cambiarse y realizar las labores administrativas de la realización del acta, en la que se recoge todo lo que sucede durante el encuentro.
Miguel presume del orden como una de sus virtudes, y le gusta tenerlo todo preparado. Lo primero que hace al entrar al vestuario, es arreglar la equipación que lucirá en el partido. Ha escogido la camiseta verde pistacho después de consultar las vestimentas de los equipos. Uno vestirá de rojo, y el otro de negro, mientras que los porteros irán de naranja y de rojo y blanco respectivamente.
Tras apuntar las correspondientes alineaciones de los equipos, Miguel empieza a vestirse de corto para dejar de ser Miguel, durante 90 minutos, y pasar a ser el árbitro Cuenca Chordá.
Miguel vigila que todo el procedimiento previo al partido suceda según lo previsto. Tiene que hacerse respetar pese a su juventud, puesto que va a ser quién imparta justicia dentro del terreno de juego.
Desde hace un par de temporadas, bajo el objetivo del fair play, ambos equipos han de entrar juntos al terreno de juego, y los jugadores han de saludar a los adversarios y al árbitro. El respeto es una de las cualidades que con mayor medida se debe fomentar en un deporte como el fútbol. Miguel tiende su mano al capitán del Llutxent, el equipo visitante, que será el que pase a saludar al equipo local.
En el arbitraje, tener una buena condición física es tan importante como conocer el reglamento. Sin ella, Miguel no podría estar cerca de la jugada, y por tanto, podría errar en mayor medida en sus decisiones. Además, la fatiga merma la capacidad de reacción.
Otra de las facultades indispensables para un árbitro de fútbol es la concentración. Quedan pocos minutos para la conclusión, pero hay que mantenerse atento hasta el final. En cualquier acción se puede ir al traste una buena actuación.
Tras salir de las instalaciones deportivas, el árbitro Cuenca Chordá vuelve a ser Miguel, un estudiante de enfermería. En el macuto guarda el mono de trabajo que volverá a desempolvar el fin de semana siguiente. Y el siguiente. Y volverá a exponerse así a las miradas de jugadores, entrenadores, padres y aficionados, que pagarán con él la impotencia de la derrota. Es lo que tiene ser árbitro de fútbol.
Fuente: elreinodelesfuerzo.wordpress.com
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