El árbitro es un deportista y, como tal, debe experimentar una
evolución tanto en el aspecto físico y técnico como en el psicológico.
El estrés forma parte de esta mentalización que deben trabajar los
colegiados, ya que aguantar la presión a la que es sometido forma parte
del éxito en su progresión como árbitro.
Cuando el colegiado no es capaz controlar el funcionamiento interno
dentro del terreno de juego empieza a tener carencias que dañan su
imagen, motivación y su capacidad de desarrollarse en categorías
superiores.
Por ello, desde joven hay que aprender a convivir con esta presión
que viene impuesta en el fútbol moderno, por padres en categorías bases y
por un público que desconoce el reglamento y no ayuda a que el joven
árbitro adquiera esa experiencia tan necesaria en su desarrollo
arbitral.
Sobre todo, se deben trabajar las decisiones que se toman en el
terreno de juego y poder ser lo suficientemente fuerte mentalmente para
superar un posible error, puesto que cuando nos surge la duda de si
hemos acertado o no es cuando realmente debemos ser fuertes. Este
aspecto es el que diferencia a unos árbitros de otros, ya que en este
momento es donde destaca el buen árbitro. Por eso, se hace necesario
transmitir a nuestros jóvenes colegiados la experiencia y el
conocimiento de cómo deben actuar ante situaciones de este tipo.
La automotivación y el trabajo en equipo es fundamental para buscar
una mejora continua y un buen camino para superar esta presión que, sin
duda, nos ayudará a y mejorar nuestro arbitraje.
Cada día los árbitros son más parejos en su formación, existiendo
pocas diferencias entre unos y otros, por lo que el colegiado que
destaque en este sentido, en superar situaciones de presión, adquiere
una ligera ventaja sobre el resto.
Fuente: CETARA
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