Los años van pasando y el deporte
evoluciona a pasos agigantados. Cambia la forma de verlo, la forma de vivirlo,
la moda deportiva, los sistemas de juego, la tecnología que lo rodea, y un
sinfín de aspectos. Sin embargo hay algo que nunca cambia, que siempre sigue
igual… EL ÁRBITRO. Esa figura tan
odiada, que nunca sobresale por su buena actuación, pero que una mala decisión
puede hundirlo. Esa figura que nunca se muestra al 100% correcta, que siempre
podía haberlo hecho mejor. Ese eterno
culpable, ese eterno odiado.
La mayoría de los asistentes a un
partido tienen cierta facilidad para cargar con el árbitro. En cuanto toma una
decisión que se considera inapropiada comienzan las protestas y los gritos. El
árbitro siempre es considerado como un enemigo en el juego para ambos equipos y
sus respectivas aficiones. Su criterio nunca parece acertado y en cualquier
circunstancia que pueda darse en el juego siempre se sacan varias conclusiones
que en pocos casos están acordes con su decisión. Pero esto va más allá, cuando
señala algo que se considera como acierto pronto empezamos a escuchar el “¡ya está bien que des una!”. Ni
acertando, llegan a acertar del todo. Nadie nunca va a estar totalmente de su
parte. Siempre es tratado con hostilidad, insultado, criticado y, desgraciadamente,
en los peores casos agredido.
Pero ¿a qué se debe ese odio?
Desde aquí me gustaría hacer un breve análisis del porqué. El árbitro es una
figura que influye directamente en el juego y resulta muy sencillo hacer de él
el protagonista de un encuentro por muchas razones.
En primer lugar, entendemos que sus
decisiones marcarán el juego, que beneficiarán o no a mi equipo. Nunca
llegamos a considerar totalmente lo que el jugador ha hecho, sino la decisión
que ha tomado el árbitro al respecto. En ese caso, está solo.
En segundo lugar, es entendible que
tanto los equipos como los jugadores ejerzan presión sobre el árbitro para
intentar influir en lo que ha decidido, pero más aún en lo que pueda o no
decidir en las próximas acciones del juego. Cuando se ha equivocado nadie
duda en hacérselo saber, pero son pocas las veces que se aplauden (sin ironía)
sus decisiones correctas.
En tercer lugar, el equipo arbitral
(entre 1 y 4 miembros) se encuentra sólo entre fuego cruzado. Son muchos los
miembros de un equipo (titulares, suplentes, entrenadores, delegados…) ejerciendo
algún tipo de presión, y más aún cuando tienen una afición detrás que alienta
sus protestas o aviva el fuego de la intensidad en el juego. Las masas
suelen ser anónimas, y resulta muy fácil ser uno entre una multitud. Así el
grupo es más fuerte, pero más radical y fanático y con facilidad se pierde el
control de la masa.
Por último, la figura del árbitro representa
la autoridad, quién tendrá la última palabra en cada situación, y es por
ello que adquiera una connotación negativa frente a la que hay que
revelarse.
De todo esto, podemos concluir en que
todo el mundo tiene un criterio frente a una acción, que todos podrían ser
árbitros. Si hay una crítica es porque existe un criterio. Pero ¿quién se
atreve a tomar las riendas? Esto ya no resulta tan sencillo…
Pero, ¿quién realmente se ha parado a
pensar cómo es ser árbitro? ¿Quién es capaz de imaginar lo piensa un árbitro o
cómo procesa la información? La profesión arbitral resulta más dificultosa de
lo que la mayoría se ha parado a pensar. La dificultad no es otra que tomar la decisión más acertada en el mínimo
periodo de tiempo, teniendo en cuenta todos los factores que condicionan de
forma directa o indirecta el juego (presión atmosférica, condición emocional de
los jugadores, estudio premeditado del juego de ambos equipos y jugadores,
entre otros tantísimos…). Una laboriosa tarea que pocos se han parado a
valorar, pero resulta el rol más complicado durante un encuentro.
No puedo acabar el post sin referirme a
la educación. La educación que estamos ejerciendo sobre los jóvenes deportistas
con respecto a la figura del árbitro. El respeto debe ser primordial, debemos educar para dialogar y no para
discutir. Sacaremos más de alguien simplemente hablando o comentando la
acción. No debemos caer en las facilidades que proporciona se parte anónima de
un tumulto irritable. No debemos adquirir como modelo a los mediáticos, ellos
se juegan puestos millonarios y dejan a un lado el respeto. Debemos tener
principios y criterios propios y ejercerlos modélicamente para empapar a las
futuras generaciones de la importancia del respeto por la figura del árbitro,
el juego limpio y el cumplimiento de las normas. Y debemos concebir al árbitro
como un educador en el juego. Sólo así conseguiremos seguir avanzando en la
evolución de nuestro deporte.
Te
recomiendo que si alguna vez estás sentado al lado de un 'energúmeno'
de estas características, le invites a que se relaje y disfrute del
espectáculo que tiene delante, que se supone que es a lo que ha ido al
campo...
Fuente: hazlodeportivamente.blogspot.com
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