jueves, 10 de julio de 2014

LOS MALOS SON SIEMPRE LOS MISMOS

¿Te imaginas un trabajo en el que tu mayor desafío profesional consiste en pasar desapercibido?¿Elegirías un trabajo en el que cada vez que tienes éxito no recibes ni una sola caricia emocional?, ¿Decidirías optar por una profesión en la que se te exige no equivocarte nunca?, ¿te imaginas en un trabajo en el que debes tomar decisiones bajo la mirada inquisitoria de millones de personas? ¿te visualizas trabajando rodeado de personas que tratan de engañarte para su propio beneficio?
Durante más de 18 años he trabajado acompañando a árbitros de fútbol en su ilusión por llegar a lo más alto de su profesión. Llegar a dirigir un partido en un Campeonato del mundo de fútbol es el sueño de miles de ellos que, desde muy jóvenes, entrenan y compiten cada fin de semana por llegar al deporte de alto rendimiento.0f9f2c4ac314569afbfb8ab4ee9198bf_XL
En Brasil, tres de ellos, los representantes españoles, son parte de mi vida profesional y por supuesto de mi vida personal. Los que les conocemos sabemos que conseguir competir en Brasil es el fruto de años de dedicación obsesiva, disciplina espartana y pasión desmedida por algo que aman desde que eran adolescentes cuando decidieron empezar esta “extraña” profesión.

En ellos descargan los aficionados su ira, sus frustraciones más profundas, en busca de un culpable que justifique la razón por la que sus equipos no alcanzaron sus objetivos.
Desgraciadamente, como tantas cosas en la vida, los niños y niñas futbolistas han crecido observando como los adultos han agredido verbalmente, vilipendiado y desacreditado esta imprescindible labor, para que puedan practicar su deporte favorito. Y cuando llegan a adultos, se convierten en los primeros agresores de los colegiados.
Todos los árbitros que están en la élite del fútbol han demostrado y siguen demostrando en cada partido su capacidad para trabajar en equipo, para tomar decisiones bajo situaciones de alta tensión emocional, para manejar la emocionalidad de muchos jóvenes deportistas y no tan jóvenes entrenadores que, en muchas ocasiones, tratan de engañarles saltándose las reglas. Personalmente me gustaría tener personas como ellos en mi equipo de trabajo; personas que no van a dudar cuando deben decidir, con un alto sentido de la responsabilidad, que saben que su labor está lejos del glamour sino más bien, cercano al olvido. Las luces son para otros, lo suyo es defender el “error cero”.
Un jugador en un mal partido puede esconderse entre sus compañeros. Incluso el entrenador puede sustituirle para que otro compañero entre en su lugar e intente hacerlo mejor. En el próximo partido tendrá una nueva oportunidad. Pero para un árbitro esto tampoco es posible. Si tienes un mal día te aguantas, si cometes un error no puedes esconderte y cuando lo haces perfecto, pocos reconocen tu labor.
Muchos aficionados tienen la idea preconcebida de que su trabajo consiste en los 90 minutos que dura un partido pero lo que desconocen es cómo estos “deportistas de élite” se preparan física, mental y emocionalmente para competir al más alto nivel. Su entrenamiento para mantener su autocontrol emocional y para saber gestionar la emocionalidad colectiva en cada minuto de un partido es una tarea que a diario deben perfeccionar para conseguir pasar desapercibidos: su gran desafío profesional. De pocas cosas estoy más orgulloso profesionalmente que del hecho de haber participado en el desarrollo de su carrera deportiva como árbitros de élite mundial. Vaya mi admiración y mi respeto más profundo por la valentía de ser árbitro.
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Fuente:  alvaromerinojimenez.wordpress.com

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