-¿Cómo decidió hacerse árbitro?
-Me apasiona el fútbol al que jugué hasta los 15 años en los que milité en el San Antonio y el Saamasas. Varios de mis amigos estaban en el mundo del arbitraje y comencé a acompañarlos. Aquello me gustó y decidí meterme.
-¿Cuántas temporadas estuvo en activo?
-Me dediqué al arbitraje durante 25 años, desde 1975 al 2000 cuando me retiré estando en Segunda División y por imperativos de la edad al cumplir 41 años y cuando pienso que estaba en mi mejor momento.
-¿Cómo asumió el momento de dejar el arbitraje?
-Al principio muy mal y me lo tragué yo solo. Además me costaba asimilar que cuando estaba mejor y con mayor experiencia tuviera que dejarlo. Ahora lo tengo más que asumido, pero insisto en que me resultó muy complicado tener que dejarlo.
-¿Sigue ligado al mundo del arbitraje?
-Sí, continúo ejerciendo como delegado de partido en Primera y Segunda División.
-¿Cuál es su mejor recuerdo?
-El día que me comunicaron el ascenso a Primera División, fue lo máximo. Estaba en Vigo en una cena del Comité Gallego de Árbitros cuando me lo comunicaron. Fue una noche muy feliz.
-¿Alguna vez llegó a pensar que alcanzaría la Primera División?
-La verdad es que nunca lo pensé. Desde que comencé en este mundo sabía que era muy complicado y mucho más al ser de una ciudad pequeña como Lugo. Al final puedo decir que me lo gané a pulso y que nadie me regaló nada. También puedo decir que nunca puse peros, ni cuando ascendí ni cuando descendí.
-¿Cambiaron mucho las cosas desde su época a la actual?
-Mucho, ahora los árbitros están mucho mejor preparados y con un nivel altísimo, además de haber más. En Lugo en mi época éramos 20 y ahora son 80. Uno de los cambios más relevantes es que antes no se ganaba mucho dinero y ahora sí. El arbitraje es ahora mismo una profesión para un gran número de colegiados que solo viven para eso y piden excedencias en su trabajo.
Fuente: La Voz de Galicia
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