viernes, 2 de marzo de 2018

Quini y los árbitros

Vivencias y historias que nos trae el colegiado Iglesias Villanueva cada vez que iba al Molinón a arbitrar y estaba él grande de Enrique Castro ''Quini''.

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Algo debe de tener el agua cuando la bendicen. Y Quini está bendecido por todos los estamentos del fútbol: El arbitral también. Cuando ya no hay palabras, cuando los momentos irrepetibles ahora serán irrepetibles de verdad, cuando el final del partido ha llegado demasiado pronto y cuando el silencio dura más que un minuto de silencio, solo quedan los recuerdos.
Vi jugar a Quini desde la tele de mi casa siendo un niño. Luego el arbitraje me llevó a actuar como cuarto árbitro en partidos de segunda y primera división y posteriormente como árbitro principal en las mismas categorías. Y ahí conocí personalmente a Enrique Castro. Ya no era el futbolista de la tele, era el delegado del Sporting y, sobre todo, era una persona sencilla, sonriente, cercana, amable… «Un paisano», como dicen los asturianos. Te recibía con su mejor sonrisa a las puertas del Molinón y te despedía con un abrazo ganase o perdiese su equipo. Siempre decía que lo más importante eran las personas, lo decía y lo demostraba con su comportamiento. En una ocasión estando de cuarto árbitro en un partido en Gijón mediada la primera parte se acercó a mí y me dijo: «Tienes que decirle al árbitro que eche a este de aquí que me está poniendo malo». Para mi sorpresa vi que se refería al entrenador de su propio equipo cuya actitud no estaba siendo correcta en el banquillo. Le sonreí y él hizo lo propio diciendo: «dígotelo de verdad, ye un sufrimiento pa mí tener esto al lao». Ese era Quini.
Tenía muy claro cual era el papel del árbitro, comprendía nuestras dificultades, nos respetaba, ayudaba y trataba de que su entorno hiciese lo mismo. Se interesaba por nosotros, por cómo nos iba la temporada y finalmente acabábamos hablando de todo menos de fútbol. Se convirtió en un amigo para todo el colectivo.
En otra ocasión cuando salía del aparcamiento del Molinón con mi coche tras un partido me llevé por delante una de las columnas de hormigón. Pasado el primer momento de bochorno y con el coche maltrecho Quini, con su buen humor, nos dijo: «Arbitrasteis muy bien, marchabas enfadao y querías tirarnos el estadio o qué?»
Otro día cuando nos acompañaba a inspeccionar el césped previo a un partido y con apenas gente en el estadio, desde la grada un hombre se dirigió a él diciendo: «Brujo, o pones las botas y sales tú al prao o bajamos a segunda». Quini se reía y le contestó: «¿A dónde voy con esta barriga, amiguín?». Todos nos reímos y el hombre de la grada apuntilló con su pulgar hacia arriba: «Yes el mejor, Brujo».
Luego vino su enfermedad, su recuperación y su reaparición como todos los buenos futbolistas tras una lesión. Dejó de ser delegado del equipo pero acudía a todos los partidos y, por supuesto, pasaba por el vestuario arbitral a estar un rato con nosotros: «Yo sigo estando por aquí, si necesitáis cualquier cosa no dudéis en decírmelo». ¡Qué alegría verlo recuperado!


Sigues estando aquí y estarás para siempre. Te echaremos de menos. Como aquel hombre de la grada yo también pienso que «Yes el mejor, Brujo».





Fuente: lavozdegalicia.es

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