—Después de tantos torneos internacionales, ¿es para usted algo especial estar en el Mundial de Canadá?
—Cada designación, cada torneo, cada Mundial, cada Eurocopa son siempre retos nuevos. Además, como el fútbol femenino está cambiando tanto, vas notando la diferencia. El Mundial de 2011 estuvo muy bien, pero del 2011 al 2015 ha evolucionado mucho. Mantenerte, seguir y poder ver esos cambios es una maravilla.
—¿Esa evolución en qué se nota en los arbitrajes?
—Esto es renovarse o morir. Tienes que ir al ritmo del fútbol. En el terreno físico las pruebas son cada vez más exigentes porque el fútbol, sobre todo el femenino, está siendo más rápido. Entonces, o vas al ritmo o no puede ser.
—Un ritmo que ha recuperado a contrarreloj después de ser madre por segunda vez hace apenas seis meses. ¿Le costó mucho?
—El año pasado, cuando volví del Mundial Sub-17 de Costa Rica me enteré de que estaba embarazada. Yo sabía que más o menos iba en la lista de las preseleccionadas para Canadá, pero pensé: ‘Madre mía, con el tema del embarazo me voy a tener que poner mucho las pilas’. Tengo otro hijo de 6 años y con el anterior hice más o menos la misma preparación y me recuperé relativamente rápido. Pero en mi organización no contaba con someterme a una cesárea. Eso me ha ralentizado un poco más. Ha sido todo un reto, llegar y ver que he mejorado físicamente, que he superado las pruebas físicas con mis compañeras. Haber llegado a Canadá es el mejor de mis sueños.
—¿Estar en un Mundial, donde España participa por primera vez, es para usted un aliciente más añadido?
—El año pasado, en Costa Rica, la Sub-17 fue subcampeona del Mundo y fue una pasada. Y ahora este año, que he participado en algún amistoso de preparación para el Mundial, ves la ilusión de todas las jugadoras y todo lo que supone para el fútbol femenino y eso es fantástico.
—¿El césped artificial influirá en su trabajo?
—Sí, porque el juego es más rápido, pero estamos preparadas para ello. Como nos han avisado de antemano, la preparación la he hecho en campos de césped artificial.
—En el reciente seminario al que les convocó la FIFA, el jefe del arbitraje, Massimo Busacca, dijo que se sigue la misma filosofía en el arbitraje femenino que en el masculino. ¿Hasta qué punto es así?
—Cada vez está siendo más así. Antes teníamos a Sonia Denoncourt, que llevaba la parte femenina, y Massimo Busacca, la masculina, aunque toda la dirección era de él. Ahora lo lleva él y todas las charlas que hemos recibido en Zúrich nos las ha dado él. De hecho, nuestros instructores son los mismos que han estado en el Mundial de Brasil, con lo cual la línea es la misma.
—Hace poco el fallo de una árbitro en el PreEuropeo femenino Sub-19 obligó a la UEFA a repetir un penalti cinco días después. ¿Eso empaña la progresión del arbitraje femenino?
—Eso puede pasar también en el fútbol masculino. Es un error puntual. Somos humanos y estas cosas suceden. Esa chica tuvo un error técnico. Es posible que lo supiera, pero en ese momento te ciegas y no ves más allá. Hay que fijarse lo que le supuso a esa árbitra…
—¿Cree que eso hubiera pasado en el fútbol masculino?
—Habría que verlo, pero en este caso influía tanto en el resultado, en el último minuto, con la clasificación en juego… que es entendible.
—El arbitraje no hace distinciones entre hombres y mujeres, para lo bueno y para lo malo. ¿Le parece bien que, habiendo diferencias físicas evidentes, se exija lo mismo a unos y otros?
—Ahí tengo mi opinión, que es muy particular, e intento ser justa. Cada vez las pruebas son más exigentes en general. Como ahora mismo estamos igualados son muy difíciles para los hombres y también para las mujeres. A lo mejor no hacen falta pruebas tan exigentes para los árbitros. Porque, a día de hoy, los árbitros somos atletas. A lo mejor, con un poquito menos de exigencia, se llegaría exactamente igual y para nosotras no sería tan complicado. Cuando un jugador hace un sprint, tienes que llegar, seas hombre o mujer. En ese sentido sí entiendo que deban pedir lo mismo. Yo recuerdo hace años, cuando estaba en activo Marisa Villa, hubo una polémica en una jugada con Pandiani y rápidamente se taparon bocas.
—¿Qué pasó en aquella jugada de Marisa con Pandiani?
—Hablaron de que no llegó a la jugada (fue en un penalti que señaló el otro asistente) y rápidamente se recordó que ella pasaba las mismas pruebas que sus compañeros de la categoría. En ese sentido, creo que sí nos favorece que se nos exija lo mismo. Pero en la realidad, y eso está demostrado, nosotras, a igualdad de condiciones, no hacemos las mismas marcas que un hombre. Si pusieran unas marcas acordes al fútbol de hoy en día y que podamos llegar los dos, hombre y mujer, sería un poquito más fácil.
—¿Cómo se metió Yolanda Parga en el arbitraje?
—Mi padre fue árbitro durante muchos años. Mamé el arbitraje en mi casa. También era un plan para toda la familia. Si mi padre iba a arbitrar a un sitio, todos íbamos con él. Un día, siendo jovencita, porque empecé con 13 años, me vestí con el traje de árbitro de mi padre, que me quedaba muy grande. Él ya lo había dejado y se quedó alucinado. Quería un hijo para que fuera árbitro y tuvo dos hijas. De repente, le salió la pequeña, así que tan contento. Fue mi maestro.
—No habrá sido un camino nada fácil…
—Es complicado, pero el arbitraje te engancha. Esto es como el esquí. Si te caes muchas veces y logras pasar eso, seguirás esquiando toda la vida. Tienes momentos difíciles, pero creo que en cualquier profesión, pero debe ser algo bonito cuando una lleva tantos años…
—¿Ha tenido que escuchar muchas barbaridades?
—Las barbaridades típicas de cualquier estadio. Todavía sigue habiendo gente que va a desfogarse a los estadios y eso me da mucha tristeza.
—Hace poco a una menor le insultaron durante un partido con frases de corte sexista… ¿Cómo se podría evitar?
—Vas a un campo y si el que arbitra tiene mucha nariz, se van a meter con él por narigudo. Si tiene poco pelo, por calvo. Y a la mujer, siempre le van a buscar ese aspecto sexista. Van a buscar lo que ellos suponen que es tu debilidad. Hay que educar mucho. ¿De qué manera? Es muy complicado. A lo mejor, siendo más duros.
—¿En España hay pocas mujeres en el arbitraje?
—Vamos en aumento, pero debería haber muchas más. Estamos en el fútbol femenino a una distancia respecto a otros países y eso también sucede en el número de colegiadas.
—¿Qué haría falta para animar a más mujeres?
—Promocionarlo mucho. Se hace con el arbitraje en general, pero se debería reservar un espacio para el femenino, que es lo que está más débil.
—Usted está casada con Megía Dávila. ¿Cómo lleva eso de tener al árbitro en casa?
—Es fantástico. Dejé a mi padre en Galicia y ahora tengo a mi marido dándome caña. A veces coges vicios en el campo y no eres consciente y te viene bien que te corrijan.
—¿Qué consejos le da?
—Carlos ha sido una persona que no se ha tapado los ojos, que lo ha visto todo y más. Me corrige en ese sentido, en el coraje, en adelantarme a las jugadas, en marcar todo lo que uno ve, en no arrugarme... También, en el aspecto físico. No es lo mismo entrenarse sola a que tiren de ti. Me anima un montón. Tener el árbitro en casa, que te entienda y que te apoye, es fundamental.
—¿Hay diferencias entre arbitrar a hombres y a mujeres?
—En el campo me da igual que sean hombres o mujeres. Solo veo jugadores y, sobre todo, colores porque en el fuera de juego, el lance más complicado del fútbol, es muy importante.
—¿Su deseo para Canadá?
—Todos los partidos de un Mundial son buenos. Mentiría si dijera que no me gustaría estar en la final. Pero para mí lo más importante es hacerlo bien, que los partidos salgan bien y volver con la cabeza alta.
Fuente: as.com