Cualquiera cambiaría todo por ser jugador de su equipo favorito. Ser futbolista es el sueño de miles de niños desde que nacen, es divertido y socialmente muy valorado. Pero os pregunto ¿quién quiere ser árbitro? Si hacemos esta pregunta seguramente nos encontremos con pocas manos levantadas. El árbitro juega un papel de soledad, difícilmente veremos que caiga bien por todos los campos que pase. Y es que, la sociedad ha tenido la mala costumbre de verlo como el principal responsable de la derrota de su equipo. Siempre será el culpable de todo en un campo de fútbol, y para el único que la indiferencia será la victoria, y cuya recompensa perfecta a un buen partido será el silencio.
De igual manera que los futbolistas, los árbitros son deportistas, una pieza más del fútbol. Adoran su deporte, se esfuerzan y entrenan duro para cumplir sus objetivos. Tienen unas reglas y normas que cumplir. Tampoco les gusta fallar pero por desgracia, partido tras partido, son sometidos a críticas, presiones, insultos, amenazas e incluso en algunos casos y no muy lejanos en el tiempo, agresiones como la de Héctor Giner de 17 años. Estas noticias, que son cada vez más vistas en los medios de comunicación, están escandalizando la opinión pública y no hace falta que nos vayamos a un partido de primera división para verlo, pues esto lo tenemos en el fútbol base todas las semanas.

Sólo una opinión unánime: la culpabilidad de quien pierde por él o quien gana a pesar de él. Al final todo esto se mete en una explosiva coctelera cuyas consecuencias no son positivas, siendo el resultado un intruso, que corre tras la pelota sin poder tocarla y convirtiéndose en un enemigo público.
Cuando hablamos del árbitro, hablamos de una persona humana, con los mismos derechos que cualquiera, cualificado y capacitado. Ello no implica que no se pueda confundir de la misma manera que un portero no para un gol o un delantero no lo marca. Pero parece ser que a él no se le permite fallar y que desde el primer momento que sale al campo pensamos que tiene una conspiración contra nuestro equipo. Y no, él simplemente está pensando en hacer su trabajo lo mejor posible. Tenemos que quitarnos esas creencias erróneas y, sobre todo, no transmitírselas a nuestros hijos, educándolos en el respeto, porque aquí ¡Todos jugamos!
Fuente: Quality Sport
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